Recuerdo cuando mis hijos eran bebés y mi mayor preocupación era cuántas onzas de leche habían tomado o cuántos pañales había cambiado en el día.
Poco a poco fueron creciendo y empezaron a ser más niños y menos bebés y con esto llegaron a mi vida los temidos berrinches. Esos típicos niños que veías en los restaurantes o en el super y pensabas ¨¡Qué horror… cuando yo sea mamá, jamás los voy a dejar hacer esos berrinches!¨.
La verdad es que efectivamente, mi primera hija nunca hizo ¨esos¨ berrinches. Pero no tenían que ver conmigo o con mi crianza, simplemente su temperamento ha sido más tranquilo, menos explosivo y generalmente cedía (y cede) a lo que le pedíamos. Eso sí, lo que le salía muy bien era el drama, así que en ese entonces, hubiera ganado el premio a la mejor actriz dramática.
Pero luego, mi segundo hijo, por ahí de los dos años, empezó a hacer valer su voz, a darse cuenta que eso de que alguien más lo controlara y le dijera qué hacer, ya no le gustaba tanto, y así, empezaron ¨esos¨ berrinches… a todo pulmón, esos que hacen a la gente voltear, en medio de los lugares públicos, tirado en el piso. Como si quisiera con esto comprobar, que efectivamente, no importa que su mamá sea psicóloga infantil, NADIE es perfecto y muy en el fondo, ningún papá o mamá sabemos a ciencia cierta, de que se trata esto de la paternidad.
Cuando mis hijos tenían 5 y 1 años, empece a pensar, que a pesar de que conocía toda la teoría (después de todo mi especialización es en la Primera Infancia, ósea de 0 a 6 años), me di cuenta que ser mamá era otro boleto. Porque aunque todo el mundo te diga cómo hacerle: ni tu mamá, ni tu mejor amiga, ni tu vecina, ni tu suegra, están en tus mismas circunstancias, no son tú y sus hijos, no son los tuyos. Cada niño es diferente, cada mamá y papá son diferentes y cada circunstancia es diferente. Entonces (en las palabras de mi marido) ¨todos tenemos la misma receta para hacer el mismo pastel, pero a todos nos va a salir diferente¨.
Fue entonces, que en 2017, en mis ganas de siempre seguir aprendiendo, me encontré con la Disciplina Positiva. Empecé a investigar de qué se trataba y me hizo sentido esto de dejar de gritar y amenazar y empezar a conectar con mis hijos, con sus emociones. Hacerme consciente de que mi trabajo y responsabilidad como mamá es criar unos niños emocional y mentalmente sanos, que puedan crecer siendo ellos, aceptándose y relacionarse de una manera empática y respetuosa con otras personas y con el mundo.
Decidí entonces certificarme como Educador de Padres en Disciplina Positiva. Porque en realidad, la que necesitaba esa ¨educación¨ era yo. Pero no encontré fechas próximas en la Ciudad de México y me llamó la atención que había una fecha en San Diego, California, y que la certificación la impartía Mary Nelsen (hija de Jane Nelsen, creadora de la Disciplina Positiva) y me emocionó mucho poder aprender directamente de ella.
Regresé fascinada de la Certificación. Aprendí nuevos conceptos y una manera diferente de ver la crianza. Como mamá, aprendí herramientas que llegué a implementar en el minuto en que regrese a casa con mis hijos y que a la fecha, aun me siguen funcionando. La primer herramienta que implementé fue el Cuadro de Rutinas.
Como psicóloga, descubrí un nuevo mundo profesional que hasta entonces, desconocía. Podía ser Coach de papás y trabajar con ellos desde mi experiencia, revisando la teoría y las bases científicas que hay detrás de una Crianza Positiva, pero también desde mi práctica como mamá. Después, en 2019 me Certifiqué también en Educador de la Primera Infancia, con Cheryl Erwin, una de las autoras de Disciplina Positiva en Preescolares.
Como te dije hace rato, NADIE es perfecto. Entonces, TODAS las mamás hemos usado en algún momento: gritos, castigos, amenazas, time out, quitar o comprar juguetes, premios, cuadritos con estampas, usar la tele o el celular para que se este quieto, un manazo, etc etc etc.
Tal vez lees toda esta lista y piensas ¨Ah, esa yo nunca lo he aplicado¨ y eso está muy bien. O tal vez te mueres de vergüenza y culpa de saber que usas todas las anteriores, todos los días… y también está bien. Tú eres la persona que tu hijo más AMA en este mundo y está dispuesto a perdonar tus malos días, así como tú también perdonas los suyos.
¡La buena noticia es que puedes hacerlo diferente! Que si no te gusta algo en tu crianza, o la dinámica de tu casa, es cuestión de que te hagas consciente de lo que SÍ quieres y puedes cambiar. Que lo que no está funcionando, no tiene porque ser así siempre. Si tienes las ganas (y mucha, mucha paciencia y constancia) puedes hacer los cambios que necesites, para sentirte mejor contigo misma y con tu maternidad (o paternidad).
Si quieres aprender más o tienes dudas de por dónde empezar ¡aquí estoy! Escríbeme y con gusto podemos trabajar juntos. Empezando, un paso a la vez…