Mi hijo no escucha
Escenario: Le pides a tu hijo que se ponga los zapatos (no reacciona), se lo pides otra vez (sigue sin reaccionar y ni te voltea a ver), pegas un grito y tu hijo se voltea y te dice “Ay mamá, ¿pero por qué me gritas?… ¿Te ha pasado? ¡A mí sí y muy seguido!
Una de las quejas más comunes que escucho de las mamás con las que trabajo en mis Asesorías Personales, Talleres y Conferencias, es que parece que su hijo no escucha, no hace caso, hasta que tienen que levantar la voz o pegar un grito.
¿Qué pasa con los niños de ahora?
Si le preguntas a tu mamá, tu suegra, tu tía o alguien de generaciones pasadas, te dirán que el problema es que los niños de ahora están muy consentidos, que les hace falta mano dura, porque un niño bien educado, es el que obedece. Que una nalgada a tiempo, evita que los niños sean unos malcriados.
La realidad es que, efectivamente, hoy en día las mamás en el siglo XXI estamos educando de manera diferente a lo que hicieron nuestras mamás, que con la mirada te regañaban o, en la época de nuestras abuelitas, que los niños ni siquiera eran tomados en cuenta.
Así que teniendo esta crianza autoritaria de base y ejemplo, en la que la mayoría de las mamás (y papás) de esta generación crecimos, quisimos romper con esto y nos fuimos al lado opuesto, una crianza permisiva, blanda, en la que los niños son los reyes de casa, deciden las dinámicas de la familia y hasta parece que mamá y papá les piden permiso para educar.
Pero, ¿sabías que existe un punto medio y que puedes educar a tu hijo, sin ser autoritaria ni permisiva? Este punto medio es la crianza respetuosa, que no es más que criar a los niños como lo que son: personas, respetando sus necesidades, sueños y propia personalidad y teninedo límites claros de lo que se permite y lo que no.
Uno de los mitos de este tipo de crianza, es que los niños no tienen límites y pueden hacer todo lo que quieran. Con este miedo, es que muchos papás regresan al siglo pasado y educan como los educaron a ellos: con gritos, amenazas, premios y castigos. Y no faltará la mamá o el papá que diga que “a mí me educaron con mano dura y salí muy bien”… pero la verdad, es que no salimos tan bien. Claro que esto funciona en el corto plazo. Te apuesto que cuando tu mamá te echaba esa mirada, tu obedecías a la primera, sin discutir ni opinar y eso hacía que fueras una buena niña, obediente y callada, porque además dice el dicho que las niñas “calladitas nos vemos más bonitas”.
Y es ahí donde viene el problema de nuestra generación. Somos adultos que crecimos callando, sin saber lo que necesitamos, ni lo que sentimos, porque nunca nadie nos dejó expresarnos, ni nos dio opciones. Porque al ser obedientes, callamos nuestra voz interior y nuestras necesidades y, al crecer, nos ha costado trabajo encontrarla y poder expresar lo que sentimos y necesitamos de una manera asertiva.
Con todo esto te pregunto, ¿quieres tener un hijo o hija que tenga una obediencia a ciegas, callando su voz interior? Ya, ya sé, que me vas a decir que ¡no!, pero que tampoco quieres un hijo sin límites, maleducado, que no escucha y que no hace caso. ¡Y claro que no, yo tampoco quiero esos hijos! Pero recuerda, educar con crianza respetuosa, NO significa que tu hijo no tenga límites.
Así que ¿quieres saber qué puedes hacer en esos momentos de caos, en los que necesitas poner límites y además que tu hijo coopere en el día a día, para que tus días sean más calmados, con menos pleitos y sobre todo que puedas disfrutar de tu maternidad?
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